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A través del espejo

¿Por qué nos enfadamos?:

Posted on enero 8th, 2008 by henrietta
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Está claro que las personas no somos perfectas por mucho que esto pueda herir el ego de algunas. Nuestra inteligencia emocional se pone a prueba repetidas veces y que salgamos más o menos airoso depende en gran medida de cómo reaccionamos a los estímulos que recibimos de nuestro entorno y de los demás.

Se supone que la madurez nos permite gestionar mejor nuestras emociones de manera que nos sea más fácil no reaccionar frente a ciertas situaciones que, en principio, podrían parecernos desafiantes. Sin embargo, a veces, es inevitable el enfado. Yo no creo que debamos entenderlo como un fracaso sino como una mera válvula de escape. De hecho, después de darle algunas vueltas, me da la impresión que la causa fundamental del enfado viene dada por el hecho de entender que una persona actúa de una manera menos inteligente que la que nosotros consideramos adecuada y, de ahí, que reaccionemos enfadándonos.

Salvo personas que estén bajo el efecto de ciertas sustancias, es de suponer que la intensidad de nuestros enfados sea baja y no vaya acompañada de violencia física. A mí, que me cuesta muchísimo enfadarme, me ocurrió hace poco una anécdota que ejemplifica perfectamente lo que estoy diciendo. Son las nueve de la noche, sólo pienso en llegar a casa, cenar y ver un partido de fútbol cuando – sorpresa- llego a mi coche y encuentro una nota con un número de teléfono al que se supone que debo llamar para reparar los daños causados en un vehículo bajo la amenaza de que «tienen fotos de los daños en cuestión». Mi cara sí que debía ser para una foto porque ¿de qué daños me estaban hablando?. Llamo y me contesta una joven que me explica … y yo me enfado. La razón es muy obvia porque si abollas un vehículo lo lógico es que algún indicio quede en el coche que lo ha hecho. Éste no era precisamente el caso y la chica se equivocó al dejarme esta nota pero a mí ya me había hecho enfadar por la simple razón de que si ella hubiese sido lo suficientemente inteligente habría comprobado primero que mi vehículo realmente tenía algún golpe pero, claro, es más fácil cargarle el muerto al que aparca donde ese día no debía haber aparcado que perder el tiempo en comprobaciones.

Y es que la inteligencia no sólo sirve, por ejemplo, para corregir la teoría de la relatividad sino para no meter la pata en la vida diaria.

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