Por fin viernes:
Posted on abril 2nd, 2010 by henriettaPosted in General | No Comments »
Todavía faltan unos minutos para que suene el despertador. ¿Y si me levanto ya? No, no, ¿cómo se me puede haber ocurrido esto? Con lo agradable que es ver que aún me queda un ratito para descansar, para mantener mi cabeza lejos de la rutina. En fin, mejor paro el despertador. Total, ya no me volveré a dormir y así evito que me despierte la alarma.
¡Qué frío! Por suerte la calefacción, en breve, caldeará el ambiente. ¡Cuánta humedad! Casi podrían salir champiñones del suelo… Mi kilo de más se niega a abandonarme. Supongo que, en algún momento, el cuerpo empieza a cambiar y el mío ha decidido hacerlo ahora. De todos modos, con tanto paro es una pequeña preocupación comparada con lo que se lee en el periódico a diario.
Una buena ducha, reconfortante, mi aloe vera. ¿Y este gel? Habrá que probarlo. ¡Qué bien huele! A ver si algún día me confundo y me lo bebo. Por suerte, aún es temprano. A las 9 cortan el agua, hasta las 2. De hecho, ni me voy a enterar.
Vestida y medio peinada, con las gafas descolocadas, el mono de café me conduce a la cocina. Medio dormida, tomo mis tostadas con queso, mi yogur y un kiwi. A ver si algún día me acuerdo que la fruta hay que tomarla antes. Imposible; sólo pienso en mi café, en el aroma que desprende, que casi me hipnotiza y me hace olvidar que dentro de cinco minutos sonará el teléfono para grabar mi programa matutino. Hoy toca Wagner. La cabalgata de las walkirias para empezar y algo más relajado para despedirme: la obertura de Tannhäuser. No está nada mal.
Y a correr de nuevo. No comprendo cómo puedo tener tiempo para maquillarme, limpiarme los dientes y llegar a tiempo al trabajo, con lo difícil que es aparcar.
Entro con el tiempo justo de atender a las llamadas de ayer tarde antes de que empiecen a bombardearme clientes con sus preocupaciones, dilemas existenciales y demás. A veces, parece que sólo vienen pensando en ir a la consulta del psicólogo. Aún tendrán que cambiar los programas de Derecho…
Son ya las 10.30, camino de la notaría. El ruido de las obras, ensordecedor, por momentos, me impide concentrarme. ¿Tendrán todos los documentos preparados? ¿Habrán llegado ya los clientes? ¿irán con retraso?… Hoy parece salir todo bien. Será porque es viernes y “Dios aprieta pero no ahoga” y sabe que esta semana ha sido especialmente dura. Necesitaría que fuese sábado, para ir de compras y tomar un café sentada en una terraza.
Vaya, ha pasado rápida la mañana. Casi me atraganto con una mandarina. Comer con prisas no es bueno, ¿cuántas veces me lo habré dicho? Me quedan catorce minutos para llegar a mi clase de alemán, divertida, como siempre. Y vuelta al despacho… ¿qué tendrán las tardes de viernes que no apetece nada trabajar? Si por mirar el reloj más veces, no serán antes las 7. ¡Cómo necesito librarme por dos días de la rutina!… Misión cumplida; acabé todo lo que me había propuesto y casi puedo sentir el calor de la chimenea esperando en casita. Por fin, me merezco descansar, olvidarme de si mi próxima venta será o no un campo de golf.