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A través del espejo

De la ignorancia:

Posted on agosto 6th, 2008 by henrietta
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Es curioso comprobar que las personas tenemos conceptos distintos y formas diferentes de hacer las mismas cosas. Sólo tenemos que vivir para ver cosas y escuchar opiniones de lo más sospresivo, desde el punto de vista de nuestras costumbres o pareceres.
 
Puede haber, en estos casos, quien confunda la sana discrepancia o un hábito diverso al propio con la ignorancia. Desde mi punto de vista, es lo más alejado a la tolerancia tildar de ignorante a quien opina de forma distinta a la propia. Evidentemente, no todo el mundo pensará del mismo modo y como, en principio, todas las opiniones son igualmente aceptables, siempre que sean respetuosas, habrá que aceptarlas. Con las costumbres, sin embargo, puede que sea conveniente intentar observar las de nuestro interlocutor para evitar pasar, en este caso, sí, por ignorantes.
 
La ignorancia podemos entenderla como la falta de saber. En el primer caso que he planteado, si alguien llama a otro ignorante porque entiende una situación de forma diversa a la suya, pensaremos, al menos, que es un maleducado. Y, después, dejaremos de prestar atención a quien confunde mantener una opinión discrepante con ser ignorante sin darse cuenta que hay una diferencia abismal entre una y otra. En el segundo caso, sin embargo, sí es más fácil pasar por ignorante, siéndolo o no.
 
Pondré un ejemplo de lo más claro: hace poco, en la Expo de Zaragoza, los responsables del pabellón japonés, haciendo gala de la más exquisita cortesía oriental, repartieron unos regalos entre los miembros de un grupo que habían invitado. Recuerdo haberme fijado previamente en el intercambio de tarjetas entre el Director del Pabellón japonés y el Director de otro pabellón, que nos acompañaba, cogiendo la tarjeta que se les ofrecía con ambas manos. Pues bien, a pesar de haber observado este gesto y de saber que en Japón exist esta costumbre, cuando tuve que recoger mi regalo, lo hice con una sola mano. Lo que conseguí fue la mirada de reproche de quien me lo entregó y no se si me puse colorada o no pero, al menos, pasé en aquel momento por ignorante sin serlo. Y es que, a veces, el hábito puede más que el saber o no saber. 

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